Nunca se habló tanto de racismo. Por toda América Latina y el Caribe surgen o se fortalecen movimientos, colectivos, organizaciones, grupos de estudios y redes de personas negras discutiendo raza y su relación con otros marcadores sociales, como género, identidad sexual y clase. Son miles de jóvenes, mujeres, hombres o personas no binarias negras, que piensan en su cotidiano sobre qué implica ser negro en nuestros países, las distintas expresiones del racismo estructural en nuestra región y cómo avanzamos a una sociedad que no nos separe y violente por nuestro color de piel.
Eso no podía ser diferente. América Latina y el Caribe como la conocemos y entendemos ahora es fruto de un proceso histórico marcado desde su inicio por relaciones opresoras de la raza blanca sobre otras entendidas como no blancas. La esclavitud que arrancó millones de personas negras de sus territorios en África y les puso en diáspora, originó procesos que hasta hoy no resolvimos y ni siquiera comprendemos las consecuencias en su totalidad.
Las personas negras en diáspora siempre estuvieron en resistencia. Las movilizaciones contra la esclavitud de los cuerpos y la opresión de raza y contra un modelo colonial aun es vigente para los pueblos y comunidades afrodescendientes. Revueltas de personas esclavizadas, lucha por participación política e igualdad, discusiones acerca de los modelos racistas de las políticas de seguridad y la falta de oportunidades económicas, e incluso las salidas para la superación del modelo capitalista, enseñan que el pueblo negro siempre luchó por espacios desde distintas voces en América Latina y en el Caribe.
Desde estas distintas voces también se abren nuevas perspectivas para pensar el racismo y las formas con que él opera en los cuerpos. Son las mujeres negras las precursoras de esa perspectiva, porque al mismo tiempo en que luchan por la libertad de sus cuerpos y por la autonomía desde el ser mujer, enfatizan que la libertad para las mujeres negras incluye las luchas por su comunidad y por la vida de los cuerpos negros.
Las mujeres negras están en la primera línea de la lucha antirracista en distintos espacios. En la defesa de los quilombos y favelas en Brasil, los Consejos Comunitarios de Comunidades Negras en Colombia, las comunidades Garífunas en Honduras y en otros territorios negros en la región, las mujeres protagonizan luchas colectivas por sus comunidades, sean rurales o urbanas, al mismo tiempo en que defienden los territorios que les garantiza la vida, sus cuerpos.
Reconocer el protagonismo negro en la América Latina es una deuda histórica de las instituciones publicas, las universidades y de todos los actores con voces dominantes en las narrativas de nuestras naciones. Tenemos que conocer las historias, las luchas y los cambios sociales ganados a expensas del sudor, de la sangre, de las lagrimas y de los propios cuerpos negros que se pusieron en la línea de frente de la lucha antirracista. Son esas trayectorias que nos hicieron cuestionar las herencias coloniales que siguen operando en nuestras sociedades y que nos enseñan que nuestros pasos vienen de lejos.
Conocer la historia negra de nuestro continente es una responsabilidad colectiva de todas y todos que nos decimos antirracistas. Y los caminos para eso pasan por reconocer la importancia y escuchar realmente las voces actuales del activismo negro, porque son ellas quienes nos están contando los caminos que nuestras ancestras y ancestros ya recorrieron y también apuntando los caminos para el futuro.
Ya hace mucho que las mujeres negras están diciendo que sus cuerpos no son mercancías, ya hace mucho que las madres negras están diciendo que los gobiernos no pueden matar a sus hijos, así como ya hace mucho que las personas afrodescendientes quieren gozar de la libertad religiosa de ejercer sus prácticas culturales ancestrales. ¿Por qué no estamos cambiando radicalmente las cosas? ¿Que falta para que la indignación con el racismo y sus distintas formas de manifestarse sea permanente? El reconocimiento de la centralidad de la raza como aporte para entender las desigualdades que nos permean es urgente.
Los movimientos y organizaciones negras hacen un esfuerzo permanente de enseñar que la perspectiva de la raza es central para la defensa de los derechos humanos en América Latina y en el Caribe. Aun así, esta agenda parece no ultrapasar las manifestaciones puntuales de indignación con episodios mas grotescos de racismo y nunca ganar la fuerza necesaria para volverse una bandera permanente de las organizaciones y órganos internacionales en defensa de los derechos humanos. Y cuando la perspectiva de la raza no es siempre considerada, no alcanzamos la interseccionalidad que tanto reivindicamos, porque tendemos a mirar los episodios de racismo exclusivamente desde esta perspectiva e ignorar como el opera permanentemente.
No es solo la escucha que las personas deben poner a disposición de la lucha antirracista, ni únicamente la indignación por episodios mas vergonzosos de racismo. La comprensión del problema es un primer y largo paso para la transformación, pero es necesario que esta agenda se vuelva una prioridad para las organizaciones antirracistas aliadas de la lucha negra. Eso implica mover recursos, reparar, abrir espacios y hacer cambios de prácticas verdaderamente efectivos para implementar una agenda antirracista. El compromiso de una sociedad libre del racismo es deber no solo de las personas negras y si de todas.