Reconocerme entre hermanas Garífunas

Sofía Marcía

27 Julio 2020

Mis raíces afrodescendientes siguen siendo desconocidas para mí. Aunque sean bastante evidentes en mis colochos, mis cadera o mi color de piel, aspectos que indican que hay una historia y unas raíces de herencia africana y que soy una mujer afro descendiente. No me lo pregunté todo el tiempo, apenas hace unos años comencé a reflexionar sobre mi propia historia y esto me ha llevado a una búsqueda que sigue sin tener respuestas, o al menos no todas las respuestas que sigo buscando ¿Quiénes son mis Ancestras negras? ¿de dónde viene mi herencia africana? ¿Por qué estas preguntas y búsqueda son importantes ahora? ¿Cómo recupero la memoria histórica que me ha sido negada?


La búsqueda comenzó después de mi encuentro por primera vez en una comunidad garífuna, Nueva Armenia, Jutiapa (Honduras). Llegué por pura aventura en una excursión de semana santa, de las que se anunciaban en cartulinas pegadas en las calles del centro de la ciudad. Cuando llegué, ni si quiera había terminado de quitarme la mochila que cargaba, cuando ya me habían invitado a un gifiti, una bebida ancestral garífuna, y el encuentro que desde ese primer viaje tuve, porque siguieron siendo muchos más, me dejo una sensación muy bonita de sentirme que soy de ahí, que no soy una extraña; la libertad, la solidaridad, el ritmo de la vida junto al mar, la espiritualidad y su lucha, desde entonces son también mías.


Uno de mis abuelos llegó a Honduras proveniente de un pueblo cercano a la frontera en El Salvador: San Alejos. De niña, una tía y primas me decían “sanalejeña” un par de veces fuimos de visita a aquel lugar, calles de tierra, casitas pequeñas y gente a la que físicamente me parecía. De acuerdo a estudios realizados por Wolfgang Effenberger a pesar de que en ese país se ha intentado invisibilizar la herencia africana, hay evidencia de que existió una población negra en el pueblo San Alejo en el departamento de la Unión en El Salvador ; Hasta ahora este es mi único acercamiento a esa respuesta que busco y no hay más que un testimonio de un misionero que hace mención a esto y censos poblacionales desde 1930 en los que se borra la historia del pueblo negro reduciéndolos a 90 habitantes, borrados completamente, cómo si te tratara de una vergüenza o de información que debe estar oculta para no perjudicar la historia de una región.


La historia colonial y occidental, ha sido la de invisibilizar nuestras raíces afros un intento permanente de borrar la memoria histórica. Una imposición racista, que nos ha negado una profunda riqueza ancestral de saberes y posibilidades de entender otros mundos desde los que se construyen autonomía y solidaridad, esos que ahora mismo frente a la crisis que vivimos son tan necesarios y urgentes; Unas vidas que importan y que pese a la pandemia han llenado las calles en varias ciudades del mundo después del acumulado de indignación que dejo el asesinato de George Floyd en Estados Unidos el pasado mes de mayo, para gritar con fuerza que las vidas negras importan, una demanda permanente en Brasil y también en Honduras en donde los pueblos garífunas han resistido desde hace más de 223 años; una demanda que cruza fronteras y que nos llama a recuperar esa memoria que tanto nos han querido arrebatar.


Pese a no encontrar aún una respuesta certera a mis preguntas, una resúesta que vaya más allá de los pocos o casi nulos testimonios familiares o de extraños acerca de la historia negra que acompaña mi propia experiencia, recupero la memoria histórica que me ha sido negada, a partir del encuentro que desde mi despertar político, reconozco en el pueblo garífuna de Honduras, y es que en cada lucha histórica que ha movilizado al pueblo a las calles en este país en los últimos años, el pueblo garífuna a estado ahí resistiendo y proponiendo frente a un sistema que no ha hecho más que despreciar sus vidas ,instrumentalizar su cultura, expulsarles y despojarles de sus territorios ancestrales.


No puedo recordar las movilizaciones antes y después del Golpe de Estado en Honduras si no son a través de la espiritualidad garífuna; tambores, maracas, cantos, sahumerio y la presencia siempre de las Ancestras acompañando y guiando las demandas de justicia y dignidad en cada lucha. Y ahí, por fortuna para mi ha habido un encuentro que sana, que esperanza y dignifica.


Y es que han sido años de rebeldía compartida del pueblo garífuna resistiendo en un país en donde gran parte del territorio se encuentra concesionado para proyectos extractivistas, solo en agosto de 2009, en plena crisis de golpe de Estado, se aprobó La Ley general de aguas que permite la concesión de 47 hidroeléctricas en todo el país, se estima además que se han otorgado 302 concesiones para la explotación y exploración minera en una superficie territorial de 2.173 kilómetros cuadrados. Los proyectos turísticos, la concesión del territorio a capital extranjero para la instalación de las ciudades modelos o Zonas Especiales de Desarrollo Económico (ZEDE) siguen siento una amenaza latente.


Algo que es importante mencionar sobre el pueblo garífuna, es que son además un pueblo matrilineal, lo que significa que las mujeres tienen un papel muy importante y así lo hemos visto cuando son ellas las que están al frente de las luchas defendiendo y sosteniendo sus territorios. Esa maravillosa experiencia ha sido también parte importante del movimiento de mujeres y feministas en Honduras, ellas nos siguen compartiendo desde su lucha y su caminar, como es ese feminismo anti racista y decolonial; lo vimos con tanta claridad en el encuentro de mujeres que se llevo a cabo en Vallecito Colon, territorio recuperado, que recibió a más de 1,200 mujeres de todo el país y 350 niñas y niños, un encuentro que nos permitió encontrarnos para pensarnos una propuesta de país diferente, ha sido a partir de ahí que se ha sostenido un espacio que articula diferentes luchas de las mujeres en el país desde la Asamblea de Mujeres Luchadoras de Honduras.


En estos tiempos en los que la pandemia del COVID 19 ha venido a sumar a las crisis encontramos un pueblo garífuna, que desde la solidaridad y el sentido de comunidad han sostenido y cuidado los territorios y su gente, con acciones como los controles territoriales de ingreso y salida, la salud a partir de la prevención y el cuidado, desde la medicina ancestral, las hoyas comunitarias, el cuidado colectivo. Si algo tenemos claro en estos tiempos es que la salida es colectiva y es en la sabiduría de pueblo garífuna que seguimos encontrando claves para esto.


Romper paradigmas para construir una nueva realidad en estos momentos pasa por construir unas nuevas formas de relacionarnos, estoy convencida que se puede comenzar desde una frase sencilla y profunda del pueblo garífuna: Aura Buni Amürü Nuni (yo por ti, tu por mi) que en estos días se vuelve necesaria para seguir guardando la esperanza y las fuerzas para poder seguir aportando desde donde estemos y lo que hagamos de corazón para construir una realidad diferente.


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