“Este espacio se creó con la idea de nosotras cambiar el mundo, pero vino el COVID y nos cambió a nosotras”
Activista República Dominicana.
El 2020 fue un año de muchos retos para todas. Los confinamientos y las medidas impuestas por los gobiernos hicieron más complejo los contextos de crisis que ya presenciábamos en la Región; la imposibilidad de encontrarse de manera presencial dificultó y transformó la acción de los movimientos que trabajan por los derechos de las mujeres, personas trans y no binaries y de la naturaleza.
Para nosotras como Fondo de Acción Urgente para América Latina y el Caribe el reto no fue distinto; durante todo el año dejamos de encontrarnos presencialmente con lxs activistas y organizaciones de la región, debimos migrar todas nuestras actividades a lo virtual y prestar especial atención a esas nuevas necesidades emergidas de esta crisis sin precedentes.
En este contexto, llevamos a cabo nuestras primeras Visitas de Reconocimiento virtuales. Cada año, identificamos un país en el cual vemos la necesidad de acercarnos para conocer mejor el contexto y las organizaciones que hacen parte de los movimientos de mujeres, personas trans y no binaries y compartir sobre las estrategias del FAU-AL para apoyarles. En esta ocasión, al no poder viajar para encontrarnos presencialmente, nos reunimos de manera virtual y, aprovechando las ventajas que nos pudo brindar esta modalidad, visitamos dos países: República Dominicana y Costa Rica. Así, del 4 al 16 de diciembre nos encontramos con 29 organizaciones en República Dominicana y 7 en Costa Rica.
En República Dominicana, conversamos con organizaciones de personas LBTIQ+, colectivas antirracistas, organizaciones que trabajan por los derechos de las personas migrantes, afrofeministas, de mujeres dominico-haitianas y que trabajan en la defensa del territorio. Escuchamos sus perspectivas y reflexionamos sobre los retos que han estado enfrentando, entre ellos: la ausencia de reconocimiento de la nacionalidad de lxs hijxs de migrantes de Haití ; la exacerbación del racismo en el país, que justo ahora enfrentan las organizaciones de mujeres y; las implicaciones de vivir en comunidades Bateyes[1].
De las organizaciones con las que nos encontramos escuchamos también sobre la lucha contra el matrimonio infantil, los esfuerzos que ha hecho el movimiento de mujeres por la despenalización del aborto, los altos índices de feminicidios que no son registrados, ya que solo se tienen en cuenta los “feminicidios íntimos”, lo cual invisibiliza la violencia que viven las mujeres en su día a día e impide la generación de respuesta efectivas por parte del Estado. En cuanto a las personas LBTIQ+, nos encontramos con una alta tasa de discriminación, en un país donde 59% de la población considera que la homosexualidad debe ser sancionada desde un punto vista legal; esto tiene implicaciones en el subregistro de los transfeminicidios y la violencia policial, especialmente en contra de mujeres trans que ejercen el trabajo sexual, así como en los índices de impunidad en relación a estos crímenes.
En Costa Rica, a pesar de que los procesos organizativos no han estado tan visibles a diferencia del resto de la región centroamericana, nos encontramos con organizaciones de personas trans, defensoras del territorio y que trabajan por la defensa de los derechos de las personas migrantes. Ellxs compartieron con nosotras perspectivas diversas sobre las situaciones a las que se enfrentan los movimientos de mujeres y feministas en este país.
La pandemia ha sido una excusa para seguir despojando y desplazando comunidades rurales, indígenas y campesinas; escuchamos con preocupación sobre los avances legislativos que vulneran los territorios, tales como la privatización del agua y el proyecto de ley para controlar, privatizar e impedir la libre circulación de semillas campesinas, además de la criminalización en contra de las defensoras del territorio.
Por otro lado, las organizaciones costarricenses nos alertaron con un alto índice de violencias contra mujeres trans; a pesar de que el país ha avanzado en el ámbito legislativo, la implementación de políticas públicas ha sido lenta, por lo cual persisten barreras en el acceso a educación y servicios de salud. Por último, tuvimos la oportunidad de conversar con algunas organizaciones que trabajan a favor de los derechos de las personas migrantes; siendo Costa Rica un país de tránsito migratorio, que históricamente ha recibido migrantes de Centroamérica, principalmente nicaragüenses, existe un aumento de la xenofobia, especialmente en el ámbito laboral. Además, la pandemia ralentizó los procesos de refugio, que en condiciones normales podían tardar más de un año, dejando a las personas migrantes en situación de mayor vulnerabilidad y precariedad.
A pesar de los múltiples retos en ambos países, las organizaciones han continuado y transformado sus activismos en el contexto de la pandemia. Los movimientos de mujeres, personas trans y no binaries se han podido fortalecer y articular desde la virtualidad y han generado alternativas para seguir trabajando y cuidándose durante la crisis. Agradecemos a las mujeres, personas trans y no binaries que nos dieron la oportunidad de conocerles y conversar, y la confianza que pusieron en nosotras para compartir sus historias. ¡Esperamos poder re-encontrarnos pronto!
Encuentra aquí la infografía que resume estos poderosos encuentro virtuales:
[1] Los Bateyes, son comunidades rurales que se crearon dentro de los cultivos de caña, compuestas principalmente por personas migrantes haitianas que llegaban a trabajar en las plantaciones, hoy viven en condiciones precarias.